El tiempo después de Pentecostés

Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto

CARÁCTER DE ESTE PERÍODO. — Después de la solemnidad de Pentecostés y su Octava, la sucesión del año litúrgico nos introduce en un nuevo período, que se diferencia totalmente del que hemos recorrido hasta aquí. Desde el principio del Adviento, que es el preludio de la fiesta de Navidad, hasta el aniversario de la venida del Espíritu Santo, hemos visto manifestarse todo el conjunto de los misterios de nuestra salvación. La serie de tiempos y de solemnidades desarrollaban un drama sublime que nos tenía suspensos y que acaba de terminarse. Con todo eso no hemos llegado aún más que a la mitad del año. Mas esta última parte del tiempo no se halla tampoco desprovista de misterios; pero en lugar de excitar nuestra atención por el interés siempre creciente de. una acción que se encamina hacia su desenlace, la sagrada Liturgia nos va a ofrecer una sucesión casi continua de episodios variados, unos gloriosos, otros emocionantes y que aporta cada uno su elemento especial para el desarrollo de los dogmas de la fe, o el progreso de la misma vida cristiana, hasta que el Ciclo, una vez acabado, termine para hacer sitio a otro, que renovará los mismos sucesos y derramará las mismas gracias sobre el cuerpo místico de Cristo.

SU DURACIÓN. — Este período del Año Litúrgico, que comprende poco más o menos seis meses, según la fecha de Pascua, siempre ha tenido la actual forma. Pero, aunque no admite sino algunas solemnidades y fiestas destacadas, con todo eso, refléjase en él la influencia del ciclo movible. El número de las semanas que lo componen, puede llegar a veinte y ocho, y bajar hasta veintitrés. El punto de partida está determinado por la ñesta de Pascua, que oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril, y el término es el primer Domingo de Adviento, que abre un nuevo Ciclo, y es siempre el Domingo más próximo a las calendas de Diciembre.

HOC EST ENIM CORPUS MEUM

LOS DOMINGOS. — En la Liturgia romana, los Domingos de que se compone esta serie, se designan con el nombre de Domingos después de Pentecostés. Esta denominación es la más apropiada, como demostraremos en el capítulo guíente, y se basa en los más antiguos Sacramentarios y Antifonarios; pero no se estableció sino progresivamente en las Iglesias que usaban la Liturgia romana. Así el en Comes de Alcuino, que nos remonta al siglo VIII, vemos que la primera serie de estos Domingos, se designa con el nombre de Domingos después de Pentecostés; la segunda se intitula Semanas después de la fiesta de los apóstoles (post Natale Apostolorum); la tercera se llama Semanas después de San Lorenzo (Post Sancti Laurentii); la cuarta se denomina Semanas del séptimo mes (septiembre); la quinta, por fin, lleva la denominación de Semanas después de San Miguel (post Sancti Angelí); esta última serie llega hasta Adviento. Muchos misales de las Iglesias de Occidente presentan, hasta el s. XVI, esas distintas divisiones del Tiempo después de Pentecostés, expresadas de un modo variado según las fiestas de los Santos que servían como de fecha, para las distintas diócesis en esta parte del año. El Misal romano publicado por Pío V, habiéndose extendido sucesivamente en las Iglesias latinas, terminó por restablecer la antigua denominación, y el tiempo del año litúrgico a que hemos llegado, se designa en lo sucesivo con el nombre de Tiempo después de Pentecostés (Post Pentecosten).