La liturgia de hoy insiste en los terribles castigos que están reservados para los que hubieren renegado de Cristo. Todos ellos perecerán y ninguno entrará en el reino; al revés de sus fieles y leales servidores, los cuales le seguirán algún día imitando su gloriosa Ascensión a los cielos. A poner aún más de relieve esta ideal contribuye la lectura del Breviario, al hablarnos del gran profeta Elías. « Elías, dice S. Agustín, es figura de nuestro Señor y Salvador, porque, como Él, sufrió también persecución por la justicia (2° Noct.) y luego subió en triunfo por los aires. Este triunfo de Elías y de Jesús será también nuestro si es que no tentamos a Cristo », o sea, « si evitamos la idolatría, la impureza y la murmuración » (Ep.) siendo fieles a la gracia. Bien se ve por toda la trama compleja de la vida de Elías y Eliseo, que Dios protege al justo, y se sacrifica por Él en los altares (Sec.), y hasta le da a comer su propia carne y a beber su propia sangre (Com.) para que, unido siempre a Él con apretado lazo (Posc.), pueda guardar fielmente los divinos mandamientos, que son más dulces que la misma miel (Ofert.). Porque Dios es fiel, y no permite que el demonio nos tiente más de lo que nuestras fuerzas consienten, y aun si somos tentados, es para que saquemos provecho espiritual de la tentación, y ganemos una victoria (Ep.). Pero la justicia divina, no contenta con proteger al justo y premiar su fidelidad, castiga a sus perseguidores que obran la maldad. Lo vemos de un modo palmario en la vida de Elías y en la de Jesús. Y no sólo recae la ira de Dios sobre los individuos pecadores, sino también sobre las ciudades y las naciones. Terrible escarmiento fué la ruina de Jerusalén predicha por el Señor (Ev.), el cual derramó por ella lágrimas tan amargas, aunque en vano, pues no se convirtió. «Veintitrés mil Hebreos perecieron en un mismo día a causa de su impureza, y muchos también fueron muertos por el Ángel exterminador por haber murmurado » (Ep.). Todo esto, añade el Apóstol, estaba escrito para nuestro escarmiento (Ep.). Más de un millón de Judíos pereció en el saco de Jerusalén por Tito (año 70), todo ello por no haber admitido a Cristo. El fuego vendrá finalmente a vengar los ultrajes cometidos por los hombres contra su Dios, el cual expulsará a los malos de su templo, del cielo, no a latigazos, sino con aquel látigo harto más doloroso de su palabra que atronará cuando diga: ¡Id, malditos, al fuego eterno! (Ev.). Si estamos de pie, procuremos no caer (Ep.), guardando los mandamientos del Señor, que son más dulces que la miel, y alegran los corazones (Ofert.). (Misal diario y vesperal, por Dom Gaspar Lefebvre, O.S.B. de la Abadía de S. Andrés, Décima Edición) (Salm. 53.6-7,3) - Dios viene en mi ayuda, y el Señor es el sostén de mi vida; haz recaer los males sobre mis enemigos; en tu fidelidad, extermínalos, ¡oh Señor y protector mío! — Salmo: Sálvame, ¡oh Dios!, por tu nombre, y hazme justicia con tu poder. Gloria al Padre. «Siempre hago lo que le es gratos La aspiración del cristiano tiende a unirse a la del mismo Cristo, la cual consiste en conformar todos sus deseos al agrado de Dios hasta no tener otra plegaria. Ábranse, Señor, los oídos de tu misericordia a las súplicas de los que te imploran; y, para que les concedas lo que desean, haz que pidan lo que te es grato conceder. Por nuestro Señor... San Pablo saca del pasado de Israel lecciones que valen para nuestra vida cristiana. Lección de la Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios (I Cor. 10.6-13.). UNA LECCIÓN PROFÉTICA. — “Todos los judíos— dice San Pablo—han sido honrados con las finezas de Dios. Nada les ha faltado. Sin embargo de eso, la benevolencia del Señor se ha alejado definitivamente de ellos. Es que el amor de Dios nos crea una responsabilidad ante él, y sus beneficios no aprovechan sino a los que, habiéndolos recibido con humildad, los hacen valer mediante la fidelidad absoluta de su vida. Que no diga nadie que todo esto es un viejo cuento que no toca más que a los Judíos. No; en la persona del pueblo judío recibimos nosotros una lección profética: se nos advierte que nos apartemos de la grosera codicia que los perdió y que nos perdería también a nosotros mismos… El pueblo judío ha hecho, y casi siempre a costa suya, experiencias que han de servir al mundo entero. Todos los acontecimientos de su historia han sucedido, se han escrito, y han llegado hasta nosotros como una lección destinada en el pensamiento de Dios, a esclarecernos a nosotros, los que íbamos a venir al cabo de los siglos, los que pertenecemos a la nueva alianza, la última, la eterna. “Vemos por esto cómo se puede caer, aun después de haber recogido beneficios de Dios. Así pues, lejos de nosotros toda presunción y toda falsa seguridad. Puede ser que sobrevengan pruebas más pesadas que las que hemos soportado hasta ahora y que Dios ha medido conforme a nuestra debilidad. Sin duda ninguna que el Señor, que es fiel, no ha de permitir nunca que la prueba sobrepase por completo nuestras fuerzas: a medida que crezca la tentación, dará Dios la fuerza sobrenatural para resistir; pero no es en nosotros en quien debemos conñar, y este aumento de fuerza no nos vendrá sino de El”. El Gradual, expresión ardiente de alabanza al Señor Dios nuestro, viene a dar refrigerio a nuestras almas fatigadas por el espectáculo de ingratitudes del pueblo judío y de los castigos que merecieron. Aun en los días más tristes, no falta la alabanza en la Iglesia, pues no hay ningún acontecimiento aquí abajo que pueda hacer olvidar a la Esposa los esplendores del Esposo o impedirla que exalte sus magnificencias. En el Verso hay rasgos de súplica y angustia: Señor, Señor nuestro, ¡cuán admirable es tu nombre en toda la tierra! ℣. Oh Dios, en ti he esperado: Señor, no sea yo confundido eternamente. Aleluya, aleluya. ℣. Tu magnificencia rebasa la altura de los cielos. Aleluya. La verdadera felicidad del hombre está en recibir a Dios; su desgracia y su pérdida, en resistirle o en profanar, después de haberle recibido, un templo que Dios se habia consagrado. Continuación del Santo Evangelio según San Lucas. (19, 41-47). LAS LÁGRIMAS DE JESÚS. — El pasaje que se acaba de leer en el Santo Evangelio, se refiere al día de la entrada triunfante del Salvador en Jerusalén. El triunfo que Dios Padre preparaba a su Cristo antes de los días de su Pasión, no era desgraciadamente, pronto se vió, el reconocimiento del Hombre-Dios por la sinagoga. Ni la dulzura de este rey que venía a la hija de Sión montado en una asna, ni su severidad misericordiosa contra los que profanaban el templo, ni sus últimas enseñanzas en la casa de su Padre, podrían abrir aquellos ojos obstinadamente cerrados a la luz de la salvación y de la paz. Los mismos lloros del Hijo del Hombre no podían, pues, alejar la venganza divina: fué necesario que llegase por fin el turno a la justicia. Conviene que contemplemos por unos instantes las lágrimas de Jesús. “El Señor volvió su mirada a la gran ciudad, hacia la mole del Templo, y una tristeza infinita embargó su alma… Lloró sobre su patria; fueron verdaderos sollozos, y las palabras que pronunció tenían, en efecto, un acento como entrecortado, en que se descubría la violencia de la emoción. No perdamos nunca de vista que el Señor ha pertenecido a nuestra humanidad. Amaba a Jerusalén como judío, como Hijo del Hombre, como Hijo de Dios. Jerusalén era el corazón de Israel y de todo el mundo religioso, la ciudad que Dios se había escogido. Habría podido llegar a ser la capital del mundo mesiánico destinado a abrazar a todas las naciones. En el pasado, nunca le faltaron las advertencias y los castigos saludables: y, durante tres años, el Señor mismo ¡la había iluminado tan abundantemente! Hasta en el Calvario, y más allá, por el ministerio de sus Apóstoles, debía tender los brazos a su pueblo. Pero todo sería inútil, y por fin, sería necesario que interviniese la justicia. Y nosotros podemos leer en el historiador Josefo (libros V y VI de la Guerra de los Judíos) con qué rigurosa exactitud se realizó la profecía del Señor, concerniente al castigo de Jerusalén, que es la más impresionante lección de la Historia”. (Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger)Nueve Domingo después de Pentecostés - La ruina de Jerusalén

Índice de la página
Reflexión sobre la liturgia del día
Liturgia de la Misa
INTROITO
COLECTA
EPISTOLA
Hermanos: No deseemos cosas malas, como desearon los hebreos en el desierto. Ni adoréis los ídolos como algunos de ellos, según está escrito: «Sentóse el pueblo a comer y a beber, y luego se levantaron a retozar.» Ni forniquemos como algunos de ellos fornicaron, y murieron veintitrés mil en un día. Ni tentemos al Señor, como hicieron algunos de ellos, y perecieron mordidos de las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron muertos por el ángel exterminador. Todas estas cosas que les acontecían eran figuras de lo venidero, y están escritas para escarmiento de nosotros, que hemos venido al fin de los siglos. Y así, el que piensa estar firme, cuide no caiga. No os vengan sino tentaciones humanas superables; pero fiel es Dios, que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes con la tentación os dará los medios que os permitan no sucumbir.Reflexión sobre la Epístola
GRADUAL

EVANGELIO
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén, cuando vió la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si conocieses tú también, al menos en este tu día, lo que sería tu paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti: y te rodearán tus enemigos de trincheras, y te asediarán: y te apretarán por todas partes: y te prosternarán por tierra a ti, y a los hijos que están en ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra: por no haber conocido el tiempo de tu visitación. Y, entrando en el templo, comenzó a expulsar a los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración. Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y estaba enseñando todos los días en el templo.Reflexión sobre el Evangelio
(Misal diario y vesperal, por Dom Gaspar Lefebvre, O.S.B. de la Abadía de S. Andrés, Décima Edición)