Los milagros del Salvador son algo más que un signo de su poder y de su bondad. Simbolizan también lo que obran, por medio de la gracia, en lo íntimo de las almas. El «Éfeta = Abrios» que ha curado al sordomudo, lo repite la Iglesia en el bautismo de todos nosotros. La obra de la Iglesia, lo mismo que la de Cristo, es la de abrirnos a las cosas de Dios. La catequesis cristiana, transmitida fielmente hasta nosotros desde los apóstoles, nos enseña lo que debemos creer y, en primer lugar, la muerte redentora de Jesús y su resurrección, que son la base de nuestra fe. La buena nueva de la salvación, que no cesa de predicar la Iglesia siempre y por doquier, consiste en el acceso de los hombres a Dios por la expulsión de Satanás y la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. La misa de hoy nos hace cantar a la omnipotente e infinita bondad de Dios, que, después de salvar a su pueblo, le reúne en su Iglesia y le regocija con su protección. (Misal diario y vesperal, por Dom Gaspar Lefebvre, O.S.B. de la Abadía de S. Andrés, Décima Edición) El sabio y piadoso Abad Ruperto, escribiendo antes del cambio verificado en el orden de las lecturas evangélicas, explica en estos términos la elección del Introito del día hecha por la Iglesia “El publicano en el Evangelio se acusa y dice: Soy indigno de elevar los ojos al cielo. Pablo en la Epístola le imita diciendo: Soy el menor de los apóstoles, que ni merezco ser llamado apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Así pues, como esta humildad que se nos presenta como ejemplo, es la guardiana de la unión entre los servidores de Dios, haciendo que el uno no se levante contra el otro; del mismo modo es muy natural que se cante al principio el Introito, en el cual habla del Dios que hace que habiten los hombres en su casa con un solo espíritu”. Dios está en su lugar santo: Dios nos hace habitar unánimes en su casa: El mismo dará vigor y fortaleza a su pueblo. — Salmo: Levántese Dios, y disíperse sus enemigos: y huyan de su presencia los que Le odian. Gloria Patri. Nada tan conmovedor como la Colecta de este día cuando se relaciona con el Evangelio que primitivamente la acompañaba. Con ser menos inmediata hoy esta aproximación, esta conexión no ha desaparecido aún, puesto que la Epístola, como diremos en su lugar, continúa, con el ejemplo de San Pablo, la lección de humildad que nos daba el publicano arrepentido. Ante el espectáculo que ofrece siempre a sus ojos maternales este publicano despreciado del judío, mientras golpea su pecho y sin apenas poder, por su profundo dolor, pronunciar una palabra, la Santa Iglesia, conmovida hasta lo más profundo de sus entrañas, viene a completar y ayudar su oración. Con inefable delicadeza pide a Dios Todopoderoso que, por su misericordia infinita, haga recobrar la paz a las conciencias intranquilas, perdonando los pecados, y que otorgue lo que la misma oración de los pobres pecadores no osa pedir en su reservado temor. Omnipotente y sempiterno Dios, que, con la abundancia de tu piedad, excedes los méritos y deseos de los suplicantes: derrama sobre nosotros tu misericordia; para que perdones lo que la conciencia teme, y añadas lo que la oración no se atreve a pedir. Por nuestro Señor... Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios (I Cor. 15, 1-10). CONTRICIÓN Y CARIDAD. — El Domingo pasado el Publicano nos recordaba la humildad que conviene al pecador. Hoy, el Doctor de las gentes nos muestra en su propia persona, que esta virtud cae bien asimismo al hombre justificado, que recuerda las ofensas que en otro tiempo hizo al Altísimo. El pecado del justo, aunque perdonado ya hace mucho, permanece sin cesar ante sus ojos; siempre dispuesto a acusarse a si mismo, no ve en el perdón y en el olvido de la ofensa por parte de Dios, sino un nuevo motivo para no olvidar jamás sus faltas. Los favores celestiales que vienen a recompensar la sinceridad de su arrepentimiento, conduciéndole más adelante en el conocimiento de los derechos de la justicia infinita le revelan más aún la enormidad de los crímenes voluntarios que han venido a juntarse” a la mancha original. Una vez entrado en este camino, la humildad no es para él solamente una satisfacción dada a la justicia y a la verdad por su inteligencia esclarecida de lo alto; sino que, a medida que vive con Dios en unión cada vez más estrecha, y conforme va elevándose por la contemplación en la inteligencia y en el amor, la caridad divina, que le apremia cada vez más de todos las modosas causa del mismo recuerdo de sus faltas. Sondea el abismo de donde la ha sacado la gracia, para lanzarse desde estas profundidades del infierno, más vehemente, dominante y activa. Entonces el pecador de otros tiempos no se contenta con el reconocimiento de las riquezas sin número que obtiene hoy de la divina liberalidad, sino que la confesión de sus miserias pasadas sale de su alma arrebatada como un himno al Señor. NUESTRA COLABORACIÓN A LA GRACIA. — Por la gracia de Dios soy lo que soy, debe decir, en efecto, el justo con el Apóstol; y cuando esta verdad fundamental arraigue en su alma, puede con él añadir sin temor: Su gracia no ha sido en mi estéril. Pues la humildad descansa sobre la verdad: se faltaría a la verdad imputando al hombre, lo que en el hombre viene del Ser supremo; sería también ir contra ella, el no reconocer con los santos las obras de la gracia que Dios ha puesto en ellos. En el primer caso se iría contra la justicia tanto como contra la verdad; en el segundo contra la gratitud. La humildad, cuyo fin directo es evitar estos daños causados a la gloria debida a Dios refrenando las ansias de la soberbia, viene a ser por otra parte el más seguro auxilio del agradecimiento, noble virtud, que, en los caminos de aquí abajo, no tiene mayor enemigo que el orgullo. GLORIARSE EN DIOS. — Cuando la Virgen proclamaba que todas las generaciones la llamarían bienaventurada, el entusiasmo divino que la animaba, no consistía menos en el éxtasis de su humildad que de su amor. La vida de las almas escogidas presenta a cada paso transportes sublimes de esta clase, en que, aplicándose a sí el cántico de su Reina, magnifican al Señor cantando las cosas grandes que hace por ellas con su poder. Cuando San Pablo, después del bajo aprecio que siente de sí, al compararse con los otros Apóstoles, añade que la gracia ha sido en él productiva y que ha trabajado más que todos ellos, no creamos que cambia de tema, o que el Espíritu que le dirige quiere corregir de este modo sus primeras expresiones; una sola necesidad, un mismo y único deseo le inspira estas palabras aparentemente diversas y contrarias: el deseo y la necesidad de no frustrar a Dios la gloria en sus dones, ya sea por la apropiación del orgullo, ya por el silencio de la ingratitud. El Gradual ha sido puesto, según las obras de los piadosos intérpretes de la Liturgia, como la acción de gracias de los humildes, curados por Dios en conformidad con la esperanza que tenían puesta en El. En Dios esperó mi corazón, y he sido ayudado: y ha reflorecido mi carne, y le alabaré con toda mi voluntad. ℣. A Ti, Señor, he clamado: Dios mío, no calles: no Te apartes de mí. Continuación del Santo Evangelio según San Marcos. (7, 31-37). EL GÉNERO HUMANO ENFERMO. Los Santos Doctores nos enseñan que este hombre representa a todo el género humano, excepción hecha del pueblo judío. Abandonado desde tantísimo tiempo en las regiones del aquilón, donde solamente reinaba el príncipe del mundo, experimentó los efectos desastrosos del olvido en que parece le tenía su Creador y Padre, como consecuencia del pecado original. Satanás, cuya pérfida astucia le hizo salir del paraíso, apoderándose de él, se excedió a sí mismo en la elección del medio que puso para salvaguardar su conquista. Con ladina tiranía redujo a su víctima a un estado de mutismo y de sordera, con que le tiene bajo su imperio más seguro que amarrado con cadenas de diamante; mudo para implorar a Dios, sordo para oír su voz; los dos medios de que podía servirse para libertarse, los tiene impedidos. Satanás, el adversario de Dios y del hombre, puede felicitarse. ¡Se ha dado al traste, a lo que puede creerse, con la última de las creaciones del Todopoderoso, se ha dado al traste con el género humano sin distinción de familias y de pueblos; pues hasta la misma nación conservada por el Altísimo como su parte escogida en medio de la defección de los pueblos, se ha aprovechado de sus ventajas para renegar con más crueldad que todos los demás, de su Señor y su Rey! EL MILAGRO. — El Hombre-Dios gimió al ver una miseria tan extrema. Y ¿cómo no lo iba a hacer considerando los estragos ocasionados por el enemigo en este ser escogido? Así pues, levantando los ojos siempre misericordiosos de su santa humanidad, ve el consentimiento del Padre a las intenciones de su misericordiosa compasión; y, usando de aquel poder creador que en el principio hizo perfectas todas las cosas, pronuncia como Dios y como Verbo la palabra omnipotente de restauración: ¡Ephphetha! La nada, o más bien, en este caso, la ruina, que es peor que la nada, obedece a esta voz tan conocida; el oído del infortunado se despierta; se abre con placer a las enseñanzas que le prodiga la triunfadora ternura de la Iglesia, cuyas oraciones maternales han obtenido esta liberación; y, penetrando en él la fe y obrando al mismo instante sus efectos, su hasta aquí trabada lengua vuelve a tomar el cántico de alabanza al Señor, interrumpido por el pecado desde hacía siglos. LA ENSEÑANZA. — Con todo eso, el Hombre-Dios quiere más, con esta curación, instruir a los suyos, que manifestar el poder de su palabra divina; quiere revelarles simbólicamente las realidades invisibles producidas por su gracia en lo secreto de los sacramentos. Por esto, conduce aparte al hombre que le presentan, lo lleva lejos de esa turba tumultuosa de pasiones y de vanos pensamientos que le habían hecho sordo a las cosas del cielo: ¿de qué serviría, en efecto, curarle si tiene el peligro de volver a caer nuevamente por no hallarse alejadas las causas de su enfermedad? Jesús, asegurando el futuro, mete en los oídos del cuerpo del enfermo sus dedos sagrados, que llevan el Espíritu Santo y hacen penetrar hasta los oídos de su corazón la virtud reparadora de este Espíritu de amor. Finalmente, con mayor misterio aún, puesto que la verdad que se trata de expresar es más profunda, toca con saliva de su boca divina esta lengua que se había hecho impotente para la confesión y la alabanza; y la Sabiduría, pues ella es la que se significa aquí místicamente, la Sabiduría que sale de la boca del Altísimo y, cual onda embriagadora, fluye sobre nosotros de la carne del Salvador, abre la boca del mundo del mismo modo que hace elocuente la lengua de los niños que aún no sabían hablar. RITOS DEL BAUTISMO. — También la Iglesia, para hacernos ver que el relato evangélico se refiere en figura, no a un hombre aislado sino a todos nosotros, ha querido que los ritos del bautismo de cada uno de sus hijos recuerden las circunstancias de la curación que se nos acaba de relatar. Su ministro, antes de sumergir en el baño sagrado al escogido que le presenta, debe depositar en su lengua la sal de la Sabiduría, y tocar los oídos del neófito, repitiendo la palabra que Cristo dijo al sordomudo: Ephphetha, que significa: abrios. (Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger)Undécimo Domingo después de Pentecostés - Jesús sana a un sordomudo

Índice de la página
Reflexión sobre la liturgia del día
Liturgia de la Misa
INTROITO
COLECTA
EPISTOLA
Hermanos: Os recuerdo el Evangelio que ya os prediqué, el que ya recibisteis, y en el cual permanecéis, y por el cual os salvaréis, si retenéis la palabra que os prediqué, y no creéis en vano. Porque os enseñé, en primer lugar, lo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras: y que fué sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras: y que fué visto por Cefas y después de él, pollos Once. Después fué visto por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía, otros, en cambio, ya murieron. Después fué visto por Santiago, después por todos los Apóstoles: y, al último de todos, como a un abortivo, se apareció también a mí. Porque yo soy el mínimo de los Apóstoles, que no soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido vana en mí.Reflexión sobre la Epístola
GRADUAL
Aleluya, aleluya. ℣. Ensalzad a Dios, nuestro ayudador, cantad jubilosos al Dios de Jacob: cantad un salmo alegre con la cítara. Aleluya.
EVANGELIO
En aquel tiempo, saliendo Jesús de los límites de Tiro, fué, por Sidón, al mar de Galilea, por medio de los confines de la Decápolis. Y le presentaron un sordomudo, y le rogaron que le impusiera las manos. Y, tomándole aparte de la turba, metió sus dedos en las orejas de él: y, escupiendo, tocó su lengua: y, mirando al cielo, suspiró, y díjole: Ephphetha, que significa: ¡Abrios! Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó el nudo de su lengua, y habló bien. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo prohibió El, más lo divulgaron ellos: y tanto más se admiraron, diciendo: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.Reflexión sobre el Evangelio