Fiesta de Cristo Rey - Último Domingo de Octubre

Jésus Christ-Roi
Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat!

Índice de la página

Reflexión sobre la liturgia del día


Al instituir la fiesta de Cristo Rey, Pío XI no ha pretendido sino proclamar solemnemente la realeza social de nuestro Señor Jesucristo sobre el mundo. Rey de las almas y de las conciencias, de las inteligencias y de las voluntades, Cristo lo es también de las familias y de las ciudades, de los pueblos y de las naciones; en una palabra, Rey de todo el universo. Como lo ha demostrado Pío XI en su encíclica Quas primas, del 11 de diciembre de 1925, el laicismo es la negación radical de esta realeza de Cristo; al organizar la vida social como si Dios no existiese, engendra la apostasía de las masas y conduce a la ruina de la sociedad.

Toda la misa y el oficio de la fiesta de Cristo Rey son una proclamación solemne de la realeza universal de Cristo contra el laicismo de nuestro tiempo. La misa comienza con una de las visiones más hermosas del Apocalipsis, en que el Cordero de Dios, inmolado, pero ya victorioso en la gloria, es aclamado por la muchedumbre innumerable de los ángeles y de los santos. Señalado para el último domingo de octubre, hacia el final del ciclo litúrgico y justamente en vísperas de la fiesta de Todos los Santos, la fiesta de Cristo Rey se presenta como el coronamiento de todos los misterios de Cristo y como la anticipación, en el tiempo, de la realeza eterna que ejerce sobre todos los elegidos en la gloria del cielo. La gran realidad del cristianismo es Cristo resucitado reinando con todo el esplendor de su victoria en medio de los elegidos, que son su conquista.

Liturgia de la Misa

INTROITO

(Apoc. 5, 12) Digno es el Cordero, que ha sido degollado de recibir la potencia, la divinidad, la sabiduría la fortaleza y el honor. A él gloria y poder por los siglos de los siglos. — (Salmo 1, 6) Oh Dios, da tu equidad al Rey; y tu justicia al Hijo del Rey. Gloria Patri.

COLECTA

O sempiterno Dios, que has querido reunirlo todo en tu amado Hijo, Rey del universo; concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio. El cual vive y reina contigo...

EPISTOLA

Cristo es el primero en todas las cosas, en el orden de la creación como en el de la salvación. Es el principio de unidad en la Iglesia e instrumento de reconciliación entre Dios y los hombres por su muerte sobre la cruz.
Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Colosenses (1, 12-20).
Hermanos: Gracias damos a Dios Padre, que nos ha hecho dignos de participar en la herencia de los santos en la luz, que nos ha arrebatado del poder de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo muy amado, en quien, por su sangre, tenemos la redención, Ja remisión de los pecados. Él es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en él han sido creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, el mundo visible y el invisible, tronos, señoríos, principados, dominaciones, todo ha sido creado por él y para él. Es anterior a todo y todo subsiste en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Como quien es principio, primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga él la primacía, pues plugo al Padre poner en él la plenitud y reconciliar por él, que ha restablecido la paz en la sangre de su cruz, todo lo que existe sobre la tierra y en los cielos, en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Gradual

(Salmo 71, 8 et 11) Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra, ℣. Todos los reyes se prosternarán ante él, y le servirán todas las naciones.

Aleluya, aleluya. ℣. Su dominación es una dominación eterna, que no pasará; y su reino, un reino que jamás será destruido. Aleluya.

Ecce Homo! O.D.M. pinxit 2023

EVANGELIO

«Mi reino no es de este mundo.» La realeza mesiánica de Jesús no tiene nada que ver con las realezas de la tierra; es de un orden espiritual. Mas, con ello, no se niegan los derechos que tiene Cristo a reinar ya desde ahora sobre los hombres.
Continuación del Santo Evangelio según San Juan. (18, 33-37).
En aquel tiempo, dijo Pilatos a Jesús: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Respondió Jesús: ¿Dices tú eso por cuenta propia o te lo han dicho otros de mí? Replicó Pilatos: ¿Qué? ¿Acaso soy yo Judío? Los de tu nación y los pontífices te han entregado a mí; ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuese mi reino, mis gentes hubieran luchado para que no fuera yo entregado en manos de los Judíos; pero mi reino no es de aquí. Replicóle Pilatos: ¿Con que tú eres rey? Respondió Jesús: Tú lo dices: Yo soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo aquél que pertenece a la verdad escucha mi voz. — Credo.


Te proclamamos Rey supremo

Himno de la fiesta de Cristo Rey — Te sæculorum Principem

1. A Ti, oh Principe de los siglos; a Ti, oh Cristo, Rey de las Gentes, a Ti le confesamos único Señor de las inteligencias y de los corazones.

2. Una turba criminal vocifera: No queremos que reine Cristo. Pero nosotros, con nuestras ovaciones, te proclamamos Rey supremo.

3. Oh Cristo, Príncipe de la Paz, somete a las almas rebeldes, y a los extraviados reúnelos con tu amor en un solo redil.

4. Para eso estás colgado de la sangrienta cruz con los brazos abiertos, y muestras tu Corazón por cruel lanza traspasado y ardiendo de amor.

5. Para eso te ocultas en los altares bajo la figura de vino y de pan, y derramas la salvación para tus hijos por tu traspasado pecho.

6. A ti los que gobiernan las naciones te ensalcen con públicos honores, te honren los maestros y los jueces, te manifiesten las leyes y las artes.

7. Resplandezcan, rendidas, las regias insignias a ti ofrecidas y somete a tu suave cetro la patria y sus hogares.

8. Oh Jesús, a ti sea la gloria, que repartes los cetros del mundo, con el Padre y el Espíritu Santo por infinitos siglos. Amén.

℣. Dilatará su imperio.
℟. Y la paz no tendrá fin.

Antifón. – Lleva escrito sobre su vestido y sobre su armadura: Rey de reyes y Señor de los Señores. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.