Servicio de la noche - Viernes Santo


Salvator mundi

VENERACIÓN DE LA RELIQUIA DE LA SANTA CRUZ

El celebrante revestido de la estola y la capa violetas inciensa por tres veces la reliquia.

EL TRIUNFO DE LA CRUZ

  1. La cruz es un misterio
    Muy profundo aquí abajo.
    Sin muchas luces
    No lo conocemos
    ES preciso para comprenderlo
    Un espíritu agudo
    Sin embargo hay que entenderlo
    Para ser salvado.
  2. La naturaleza la aborrece.
    La razón la combate;
    El hombre sabio la ignora.
    Y el demonio la ataca.
    A menudo el mismo devoto
    No la tiene en el corazón.
    Aunque dice que la ama,
    En el fondo es un mentiroso.
  3. La cruz es necesaria.
    Siempre hay que sufrir
    O subir al Calvario,
    O perecer para siempre.
    San Agustín exclama
    Que uno es un réprobo
    Si Dios no nos castiga,
    Si no estamos puestos a prueba.
  4. Vamos a la patria
    Por el camino de las cruces.
    Es el camino de vida,
    Es el camino de los reyes;
    Cada piedra está tallada
    Con proporción
    Afín de ser colocada
    En la santa Sión.
  5. ¿De qué sirve la victoria
    Al mayor conquistador,
    Si no tiene esta gloria
    De vencerse a sí mismo en el sufrimiento,
    Si no tiene como modelo
    A Jesús muerto en la cruz,
    Si como un infiel
    Rechaza este madero?
  6. A través de ella, Jesucristo
    Encadenó a los infiernos,
    Abatió al rebelde
    Y conquistó el universo;
    La entrega como arma
    A Sus buenos servidores,
    Encanta o desarma
    Tanto las manos como los corazones.
  7. Vencerás por este signo,
    Dice a Constantino,
    Toda victoria insigne
    Depende de ella.
    Lea en las historias
    Sus efectos maravillosos,
    Sus insignes victorias
    En la tierra y en los cielos.
  8. A pesar del sentido y la naturaleza,
    Política y razón,
    Es verdaderamente cierto
    La cruz es un gran don;
    Es en esta princesa
    Que encontramos de verdad
    La gracia, la sabiduría
    Y la divinidad.
  9. Dios no pudo defenderse
    De su rara belleza,
    La cruz Le hizo bajar
    En nuestra humanidad.
    Él dijo viniendo al mundo:
    Sí, la quiero Señor.
    Buena cruz, os fundo
    En medio de Mi Corazón.
  10. La encontró tan bella
    Que de ella hizo Su honor,
    Su compañera eterna,
    La esposa de Su Corazón.
    Desde Su más tierna infancia,
    Cuando Su Corazón suspiraba,
    Era hacia la presencia
    De la cruz que amaba.
  11. Desde que era joven,
    La buscó a grandes pasos,
    Murió de ternura
    Y de amor en sus brazos.
    Deseo un bautismo,
    Exclamaba un día:
    La querida cruz que amo,
    El objeto de Mi amor.
  12. Llamó a san Pedro
    Un satanás escandaloso,
    Cuando quiso en la tierra
    Apartar los ojos de ella.
    Su cruz es adorable,
    Su Madre no lo es,
    ¡Oh grandeza inefable
    Desconocida aquí abajo!
  13. Esta cruz esparcida
    En la tierra, por tantos lugares,
    Será resucitada
    Y transportada al cielo.
    La cruz en una nube,
    Llena de resplandecientes encantos,
    Juzgará por su vista
    A los muertos y a los vivos.
  14. Clamará venganza
    Contra sus enemigos
    El gozo y la indulgencia
    A todos sus buenos amigos;
    Ella dará la gloria
    A todos los bienaventurados
    Y cantará victoria
    En la tierra y en los cielos.
  15. Los Santos en la vida
    Buscaban sólo la cruz,
    Era su gran anhelo,
    Ésa era su elección;
    No contentos con tener
    Las que el Cielo les daba
    A otras totalmente nuevas
    Cada uno se condenaba.
  16. Las cadenas de san Pedro
    Le daban más honor
    Que de ser en la tierra
    Vicario del Salvador.
    Oh buena cruz, exclama
    San Andrés, lleno de fe
    Para darme la vida
    ¡Que yo muera sobre ti!
  17. Vea, san Pablo olvida
    Su gran arrobamiento,
    No se glorifica
    Sino en la cruz solamente.
    Es más honorable
    En su calabozo horrible
    Que en el éxtasis admirable
    Que lo arrebata al cielo.
  18. Sin cruz el alma es indolente
    Débil, cobarde y sin corazón,
    La cruz la hace ferviente
    Y llena de vigor.
    Somos ignorantes
    Cuando no sufrimos nada,
    Tenemos la inteligencia
    Cuando sufrimos bien.
  19. Un alma sin prueba
    No tiene mucho valor,
    Es un alma muy nueva
    Que no ha aprendido nada.
    ¡Oh dulzura soberana
    Que saborea un afligido,
    Si goza de su pena,
    Sin verse aliviado!
  20. Es por la cruz que se da
    La bendición,
    Y que Dios nos perdona
    Y hace remisión;
    Quiere que todas las cosas
    Queden marcadas con este sello.
    A menos que se le ponga,
    Nada Le parece bello.
  21. En cuanto está puesto,
    Lo profano es sagrado,
    La mancha ha desaparecido,
    Dios ha tomado posesión.
    Quiere que se coloque
    En la frente y el corazón,
    Antes de cualquier acción
    Para salir victorioso.
  22. Ella es nuestra seguridad,
    Nuestra protección,
    Nuestra única esperanza,
    Nuestra perfección;
    Es tan preciosa,
    Que un alma en los cielos
    Volvería con alegría
    Para sufrir en estos lugares.
  23. Esta señal es tan encantadora,
    Que el sacerdote en el altar
    No toma otras armas
    Para atraerle del cielo;
    Traza sobre la hostia
    Varias señales de la cruz;
    Por estas señales de vida,
    Le impone las leyes.
  24. Por esta señal adorable,
    Le hace una fragancia
    De olor agradable
    Que no tiene nade de común;
    Es el incienso que Le da
    En cuanto es consagrado.
    Es con esta corona
    Que quiere ser adornado.
  25. La Sabiduría eterna
    Sigue buscando ahora
    Un corazón muy fiel
    Digno de este don.
    Quiere un verdadero sabio,
    Que no ama nada más que sufrir,
    Que lleva con valentía
    La cruz hasta morir.
  26. Oh cruz, debo callar,
    Te humillo hablando,
    Soy un temerario,
    Soy un insolente;
    Puesto que te recibí
    Con corazón enfadado,
    No te he conocido,
    ¡Perdona mi pecado!
  27. Cruz querida, en esta hora,
    Ya que te conozco,
    Haz en mí tu morada
    Y dame tus leyes.
    Lléname, princesa mía,
    De tus castos amores,
    Y hazme conocer
    Tus más secretos atavíos.
  28. Viéndote tan hermosa
    Quisiera tenerte,
    Pero mi corazón infiel
    Me detiene en mi deber:
    Si quieres, amante mía,
    Avivar mi languidez,
    Sostener mi flaqueza,
    Te doy mi corazón.
  29. Te tomo por mi vida,
    Mi placer, mi honor,
    Por única amiga,
    Mi única felicidad;
    Grávate, por favor,
    En mi corazón y en mi brazo,
    En mi frente y mi rostro,
    No me avergonzaré.
  30. Tomo por mi riqueza
    Tu rica pobreza,
    Tomo por muestras de afecto
    Tu dulce austeridad.
    Qué tu sabia locura,
    Qué tu santo deshonra
    Sean de toda mi vida
    La gloria y la grandeza.
  31. Tomo por mi victoria,
    Cuando por tu virtud
    A tu mayor gloria
    Me habrás abatido,
    Pero no soy digno
    De morir bajo tus golpes
    Ni de ser como un signo
    Contrariado por todos.
    San Luis María de Montfort)

Agonia de Jesús

Las quince oraciones reveladas a Santa Brígida

Primera Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesucristo, eterna dulzura para los que Os aman; alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; salvación y esperanza de todo pecador, que habéis manifestado no tener mayor deseo que estar entre los hombres, hasta tomar la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis padecido desde el instante de Vuestra concepción y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión, tal como fue decretado y ordenado desde toda eternidad, en el pensamiento divino.
Acordaos, Señor, que celebrando la Cena con Vuestros discípulos, después de haber lavado sus pies, les habéis dado Vuestro sagrado Cuerpo y Vuestra Sangre preciosa, y luego confortándolos con dulzura, les habéis anunciado Vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra Alma, como Vos mismo lo habéis manifestado, diciendo: «Mi alma está triste hasta la muerte».
Acordaos de todos los temores, angustias y dolores que habéis soportado en Vuestro Cuerpo delicado, antes del suplicio de la Cruz, cuando después de haber orado tres veces derramando un sudor de sangre, habéis sido traicionado por Judas Vuestro discípulo, apresado por la nación que habíais escogido y elevado, acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces, en la flor de Vuestra juventud, y en el tiempo solemne de Pascua.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión; que Os cubrieron los Ojos y la Cara, Os dieron bofetadas, Os coronaron con espinas, Os pusieron una caña en las manos, y atado a la columna, fuisteis desgarrado con azotes y agobiado con oprobios y ultrajes.
— En memoria de todas estas penas y dolores, que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme, antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, una digna satisfacción, y la remisión de todos mis pecados. Amén.

Segunda Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Verdadera libertad de los Ángeles, paraíso de delicias, haced memoria del horror y de la tristeza que habéis soportado, cuando Vuestros enemigos Os rodearon como leones furiosos, y con miles de injurias, salivazos, bofetadas, laceraciones y otros suplicios inauditos, Os atormentaron a porfía.
— En consideración a estos tormentos y palabras injuriosas, Os suplico, oh Salvador mío, me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y me hagáis llegar, bajo Vuestra protección, a la perfección de la salvación eterna. Amén.

Tercera Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Creador del cielo y de la tierra, Vos que nada puede contener ni limitar, Vos que todo lo abarcáis y tenéis bajo Vuestro dominio, acordaos del dolor muy amargo que habéis sufrido cuando los judíos, clavando Vuestras sagradas manos y Vuestros pies delicados a la Cruz, los atravesaron de par en par con gruesos clavos cuadrados, y al no encontraros aún en el estado que deseaban, para satisfacer su furia, agrandaron Vuestras llagas, añadieron dolor sobre dolor, y con inaudita crueldad, Os echaron sobre la Cruz, estirándoos por todos lados y dislocando Vuestros miembros.
— En memoria de este santísimo y amantísimo dolor de la Cruz, Os suplico me concedáis la gracia del temor y del amor Vuestro. Amén.

Cuarta Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Médico celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras, acordaos de las dolencias y heridas que habéis sufrido en todos Vuestros miembros, de los cuales ninguno quedó en su sitio, de manera que no había dolor semejante al Vuestro. Desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza, ninguna parte de Vuestro cuerpo estaba sin tormento. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no ­habéis dejado de rogar a Vuestro Padre por Vuestros enemigos, diciéndole: «Padre, perdonadles porque no saben lo que hacen».
— Por esta gran Misericordia, y en memoria de este dolor, haced que el recuerdo de Vuestra amarguísima Pasión, produzca en nosotros una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.

Quinta Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Espejo de eterno esplendor, acordaos de la tristeza que habéis sentido, cuando contemplando a la luz de Vuestra Divinidad, la predestinación de aquellos que debían salvarse mediante los méritos de Vuestra sagrada Pasión, juntamente habéis visto la gran multitud de los réprobos que debían ser condenados por sus pecados, y habéis compadecido amargamente a esos desdichados pecadores, perdidos y desesperados.
— Por este abismo de compasión y piedad, y principalmente por la bondad que habéis demostrado hacia el buen ladrón, diciéndole: «Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso», Os ruego, oh dulce Jesús, que a la hora de mi muerte, tengáis misericordia de mí. Amén.

Sexta Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Rey infinitamente amable y deseado, acordaos del dolor que habéis sufrido cuando, desnudo y como un miserable, estabais clavado y elevado en la Cruz, donde Os abandonaron todos Vuestros parientes y amigos, a excepción de Vuestra amada Madre que permaneció muy fielmente junto a Vos en la agonía, la Cual habéis encomendado a Vuestro fiel discípulo, diciendo a María: «¡Mujer, ahí tienes a Tu hijo!» y a san Juan: «¡Ahí tienes a tu Madre!»
— Os suplico, oh Salvador mío, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santa Madre, tengáis compasión de mí en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, y me amparéis en todas mis adversidades, especialmente en la hora de mi muerte. Amén.

Septima Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Fuente inagotable de compasión, que por una profunda afección de amor, habéis dicho en la Cruz: «Tengo sed». Es decir ansia por la salvación del género humano.
— Os ruego, Oh Salvador mío, inflaméis el deseo de nuestros corazones para tender a la perfección en todas nuestras obras, y apaguéis en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.

Octava Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Dulzura de los corazones y sosiego de las almas, por la amargura de la hiel y del vinagre que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, concedednos recibir dignamente Vuestro Cuerpo y Vuestra Sangre preciosísima, durante nuestra vida y en la hora de la muerte, para servir de remedio y de consuelo a nuestras almas. Amén.

Novena Oración
Padre nuestro… Ave María…
¡Oh Jesús! Virtud real, gozo del alma, acordaos del dolor que habéis padecido, cuando, sumergido de amargura en la proximidad de la muerte, insultado y ultrajado por los judíos, habéis clamado en voz alta haber sido abandonado por Vuestro Padre, diciéndole: «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me habéis abandonado?»
— Por esta angustia, Os suplico, oh Salvador mío, no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.

Décima Oración
Padre nuestro… Ave María…
¡Oh Jesús! Principio y fin, vida y virtud de todas las cosas, acordaos que por nosotros, Os habéis sumergido en un abismo de dolor, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.
— En consideración a la enormidad de Vuestras llagas, enseñadme a seguir Vuestros mandamientos, por una verdadera caridad, mandamientos cuyo camino es amplio y fácil para aquellos que Os aman. Amén.

Undécima Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Abismo muy profundo de misericordia, Os suplico, en memoria de Vuestras llagas que llegaron hasta la médula de Vuestros huesos y entrañas, me saquéis del pecado, yo miserable, sumergido en mis ofensas, y me escondáis de Vuestro rostro irritado en las hendiduras de Vuestras llagas, hasta que Vuestra ira y justa indignación hayan pasado. Amén.

Duodécima Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Espejo de verdad, signo de unidad, vínculo de caridad, acordaos de la multitud de llagas con que fuisteis herido desde la cabeza hasta los pies, lacerado y enrojecido por la efusión de Vuestra Sangre adorable. ¡Cuán grande y universal dolor habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué pudisteis hacer por nosotros que no hayáis hecho? Os conjuro, oh Salvador mío, grabéis con Vuestra preciosa Sangre, todas Vuestras llagas en mi corazón, para que en él pueda leer sin cesar Vuestros dolores y Vuestro amor.
— Por el recuerdo fiel de Vuestra Pasión, el fruto de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma, y Vuestro amor aumente cada día en mi corazón, hasta que Os alcance, Vos que sois el tesoro de todos los bienes y todas las alegrías, que Os suplico me concedáis, oh dulcísimo Jesús, en la vida eterna. Amén.

Decimotercera Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! León poderosísimo, Rey inmortal e invencible, acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto del corazón como del cuerpo, habéis inclinado la cabeza diciendo: «Todo está consumado».
— Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte, cuando mi alma se encuentre en la angustia y mi mente en la afflicción. Amén.

Decimocuarta Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! Hijo unigénito del Padre, esplendor y figura de Su sustancia, acordaos de la estrecha y humilde recomendación que habéis hecho a Vuestro Padre, diciéndole: «¡Padre en Vuestras Manos encomiendo Mi Espíritu!» Y Vuestro cuerpo desgarrado, Vuestro Corazón destrozado, y abiertas las entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado.
— Por esta preciosa muerte, Os ruego, oh Rey de los santos, confortadme y socorredme para resistir al demonio, a la carne y a la sangre, a fin de que muerto al mundo, viva solamente por Vos. Recibid, Os ruego, en la hora de mi muerte, mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.

Decimoquinta Oración
Padre nuestro… Ave María…

¡Oh Jesús! verdadera y fecunda Vid, acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo, como la uva en el lagar.
De Vuestro costado perforado con la lanza por un soldado, brotó sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Y finalmente, como un haz de mirra elevado en lo alto de la Cruz, Vuestra carne delicada se aniquiló, el humor de Vuestras entrañas se agotó, la médula de Vuestros huesos se secó.
— Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, oh buen Jesús, recibáis mi alma, cuando me encuentre en la agonía de mi muerte. Amén.

Conclusión

¡Oh dulce Jesús! Herid mi corazón, para que lágrimas de penitencia, de dolor y amor, día y noche me sirvan de alimento. Convertidme totalmente a Vos. Que mi corazón Os sea una perpetua habitación, mi conversación agradable, y el final de mi vida Os sea tan loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro paraíso y alabaros para siempre con todos Vuestros Santos. Amén.


Santas heridas de Jesus

Rosario de las Santas Llagas

La señal de la cruz:

En la cuenta del Padrenuestro:
V. Padre Eterno, Os ofrezco las heridas de Nuestro Señor Jesucristo,
R. Para curar a las de nuestras almas.

En las cuentas de los Avemarías, diez veces:
V. ¡Jesús mío, perdón y misericordia!
R. Por los méritos de Vuestras santas heridas y los sufrimientos de Vuestra Madre.

Después de la quinta decena, tres veces:
V. Padre Eterno, Os ofrezco las heridas de Nuestro Señor Jesucristo,
R. Para curar a las de nuestras almas.